Relatos Magar

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¿Hipócrita o feliz?

 No sé vosotros, pero a mí me suena una vocecilla en la cabeza cada dos por tres. Llamadla ‘conciencia’, aunque en mi caso veo que le queda mejor ‘remordimiento’. No es que abogue por las buenas obras, es que no le gusta cargar con las consecuencias de las malas. También podría llamarse ‘cordura’. Es tan lógica que incomoda. El mundo no está hecho para los sensatos, cada día estoy más convencida. Podéis ponerle el nombre que queráis a las vuestras. Yo prefiero no llamar a la mía. Total, ¿para qué? ¡Si no hace falta!, siempre viene ella solita. La verdad es que no la soporto. Cuando aparece, ya no se me calla ni en sueños. La pasada noche tuvimos una larga conversación. No me dejó dormir la muy puñetera.

Todo empezó con la invitación de boda de Rosana Mingote, la amiga de una amiga de una amiga. Estábamos de cena ciento y la madre y ella lo soltó ahí, a bocajarro y sin venir a cuento.

¡Que me caso!

Pues muy bien…

¡Y estáis todas invitadas!

Me cago en la p…

Empezaron a felicitarla y a hacer brindis en su honor. Yo, con la sonrisa esculpida, rezaba porque aquella invitación no fuera más que una forma de hablar. Pero, no, no… ¡repartió los tarjetones! ¿Qué clase de broma era esa? ¿Por qué a mí? ¿Qué le había hecho yo? Y entre el entusiasmo general, no sabía dónde meterme.

Horas después, en mi camita, mientras me lamentaba, la vocecilla llegó sin avisar y con ganas de marcha.

No quiero ir.

Pues no vayas.

Pero es que todas van, ¿cómo voy a decir yo sola que no?

¿Desde cuándo eso es una razón con fundamento?

Ya sé que no es una razón, pero pensará que tengo un problema con ella, que me cae mal… ¡Yo qué sé!

Pues explícale tus motivos.

¿Que no somos tan amigas como para ir a su boda? ¿Que me sentiría fuera de lugar? ¡Tú estás loca! ¿Cómo le voy a decir eso?

Porque es la verdad.

¿Por qué es la verdad? ¿En qué mundo vives? ¡Eso tampoco es una buena razón!

—Soy de las que piensa que con la verdad se llega a todas partes.

—Pues yo soy de las que piensa que, si te pasas de sincera, quedas como el culo.

¿Prefieres ser hipócrita que feliz?

¡Joder! Dicho así, parece que sea idiota.

Tranquila, es un mal muy común. Al fin y al cabo, «la hipocresía es la vaselina de las relaciones sociales».

Madre mía, ¡qué profundo!

La frase no es mía. Lo que quiero decir es que la hipocresía está mal vista, pero la verdad es que se usa mucho. Se piensa que más vale ser hipócrita y quedar bien, que decir la verdad y ser políticamente incorrecto.

Entonces, ¿qué hago? ¿Voy? Prefiero ahorrarme el mal trago de decirle que no y aguantarme yendo: embutirme en un traje de gala, soltar la pasta del regalo y hacerme la simpática con un centenar de personas que ni conozco. Al menos, habrá alcohol para sobrellevarlo. En asuntos como este, lo esencial es el estilo y no la sinceridad.

Ahora eres tú la filósofa.

Tampoco es mía, parafraseaba a Oscar Wilde.

El rey de la ironía, sin duda. Tú verás lo que haces, pero yo insisto en que decir la verdad, aunque suponga un mal rato, soluciona muchos problemas futuros. Me parece una forma de vida mucho más coherente.

Creo que ser políticamente correcta tampoco está tan mal. Al menos quedan todos contentos.

Menos tú…

¡Si al final voy a resultar una altruista!

Si creyéndote eso, acallas tu conciencia…

Eso espero, la verdad.

Me doy por enterada, no tengo nada más que hacer aquí. ¡Eres un caso perdido! Ya te acordarás de mí el día de la boda… ¡Adiós!

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